Hoy en mi último día formativo de mis 4 años de residencia, me despido de la que ha
sido mi última rotación. Como muchos aquí, he llega
muchos años “rotando” por los distintos dispositivos de Salud Mental que de una forma más o
menos detallada, todos o casi todos los que estamos aquí, conocemos. Comparto con muchos
de ustedes, largos meses de estancia en la Unidad de Hospitalización, decenas de tardes y
noches en Urgencias en las que decidir si hacer o no un ingreso, un tiempo de estancia media
en la Comunidad Terapéutica, cientos de mañanas en el Hospital de día, y años yendo al
Equipo a visitar a “mi Psiquiatra referente”, atenciones en casas, en la calle…visitas a FAISEM y
casas hogares… en fin, un recorrido amplio y largo a través de la que llamamos “Red de salud
mental”.
Durante estos tres meses de mi rotación en la URA, he tenido el privilegio de no haber
tenido que leer ni una sola Historia Clínica de ninguna de las personas que acuden aquí. Y digo
privilegio, aun a sabiendas que, para muchos, esto será interpretado como un signo de
desinterés o despreocupación, incluso de “mala praxis” en mi camino formativo y profesional.
Sin embargo, para mí ha sido la manera de poder acercarme de una forma más auténtica,
genuina y transparente a las personas, pudiendo así llegar a conocer realmente a quién tengo
delante.
Y es que creo que lo realmente interesante e importante de este lugar, es que lo
terapéutico no se encuentra dentro de un despacho, o detrás de una medicación o encerrado
en un diagnóstico, sino que está impregnado en el aire que se respira. Un aire familiar,
cercano, amable, no prejuicioso y acogedor. Y es que no me parece casual que todo esto
ocurra precisamente en una casa. Con sus cuartos, habitaciones para invitados, su “salita de
confort” (de la que unos son más aficionados que otros) su jardín, huerto, garaje…su planta de
arriba y la de abajo. …y todos los integrantes que forman una gran familia.
Una familia como digo, grande, con muchas personas y lazos que se generan entre
ellas. Una familia en la que hay un padre sabio, dispuesto a transmitir su sabiduría, a veces
astuto, mordaz y quizá un poco irónico, pero capaz de proporcionar un yo auxiliar a quienes
más lo necesitan, facilitando la salida del afecto cuando es necesario, además de fomentando
la independencia y respetando siempre la voluntad. También una madre cercana, algo
meditativa y reflexiva, capaz de leer el sufrimiento de los otros y generar vínculos inscritos
desde la ternura. También hay tíos, tías, abuelas, primas lejanas.. .que te agarran de los
mofletes y te dicen lo guapo que estás o te persiguen insistentemente con un vaso de fruta
para que no te quedes sin desayunar. Y todos ellos, inscritos en una casa con las puertas
siempre abiertas a quien quiera venir, cuando pueda venir, como pueda venir. En definitiva,
una familia donde se realiza un trabajo conjunto, donde la prudencia, el tiempo y el respeto
reman en favor de la relación.
Y es que como quién lo dice, yo suscribo que lo curador no es el tratamiento, sino el
trato. Y así es como cualquier lugar o espacio que ocupemos, se vuelve terapéutico en sí
mismo, si es así como verdaderamente motivamos nuestra intervención. Un desayuno en la
cocina, acompañar a quien riega tomates en el huerto, dar un breve paseo por la ciudad, echaruna partida de futbolín o incluso hacer una barbacoa entre todos, convierten en inútiles a los
aquí olvidados despachos, haciendo así los encuentros más terapéuticos y cercanos. Porque
cuidar el ambiente y el trato es tarea fundamental cuando se trabaja en comunidad. Porque lo
nuclear es no quedarse en los síntomas, o diagnósticos, sino ir a las necesidades. Que la base
no sea enseñar al paciente, sino ser capaces de escuchar las enseñanzas que este tiene de sus
donde creo que todos debemos de estar.
REBECA DE LUIS SOSA (marzo-mayo 2023)
Comparto tu visión de la URA
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