Los días, las noches, la ropa, el suelo, el cristal de la ventana, las calles, las personas, las
farolas y la persona en singular son algunas de tantas cosas que me asustan. Lo
reconozco, tengo miedo, incluso del espacio seguro. El sentimiento arraiga allí en lo
profundo, rellena los huecos dejando vacío, aleteo continuo. A veces incluso parece
que se ha ido, un instante, para volver por no tenerlo, es lo que siempre queda.
No, no le guardo rencor, es mío, lo he cuidado y lo he querido a pesar de que quiera ser
irracional.
Si por mí fuera viviría dentro pero no es posible, significa la muerte y le teme a la
muerte casi tanto como a la vida.
El cambio me aterra, la calma y la inquietud juegan a un vals de pizzicatos... La
coreografía será al compás de la danza macabra y el metrónomo es el reloj de mi
pared. Cualquier día caerá sobre mí alargando sus manecillas para darme un último
abrazo y serán las 3 y 4º. Por eso no tiene pilas.
Mi día a día... Intento no levantarme, prefiero estar tumbado... A la silla le quité las
patas, no quería pero acabarían por romperse, es mejor ser previsor para aplacar al
hastió. Quizás si me levante, para lo necesario, ir al servicio. A la ducha no, es peligrosa.
Al váter le quite la tapa para que no se cerrara, lo cerrado acaba pensando como le
ocurre a la cabeza. Pienso que si estuviera abierto no tendría pánico.
Andar no podría, la altitud me produce escapismo... Ya sabes, esa sensación de querer
salir a la luz del sol, con gafas y todo.
No quiero saber más de la noche, siempre cuenta mentiras, promesas de rabia y
anhelos, entonces se abre cuando debiera cerrarse. El pestañeo enfebrecido de miles
de ojos no le dejan pensar. El día es peor, nunca tiene clausura, ¿lo entiende? No lo
soportan, el conocimiento les da pavor.
Antes del desasosiego, no había nada creo. O sí, tal vez risas, llanto y esas cosas del
vacío, aunque a decir verdad no lo recuerdo. ¿Lo conoce? Fuimos amigos, compañeros
enemigos y rivales camaradas, ahora somos desconocidos, va por fases.
No soy desorganizado, el caos es ley superior e incluye al orden, a veces cambian
turnos. Son cosas administrativas judiciales... Al final todo ocupa su sitio, aunque la silla
no tenga patas, al sillón le falten orejas y a la cama una enmienda. El tren con la
separación se llevó las sábanas pero volverá a su hora. Le recomiendo que coja el
ferrocarril, el metro no funciona, se le acabó la batería.
En algo que olvidé, ¿qué más podría haberse perdido? Encontrar en estos días un papel
de recuerdo para dejarme de nuevo en mi lugar, eso en otro tiempo valía una ciudad.
¿De dónde habrá salido? Creía que lo había escondido, allí en la mesa, bajo las tablas,
donde no hay tornillos ni tuercas ni arandelas. Fue difícil sin herramientas.
Hago una espera, con hilo y tela que saqué de la colcha, con los que se teje bien. Me
gusta, por eso lo dejé sin empezar, así me gustará más... Lo entiendo, no lo comparto,
antes sí ayer ya no. Es cuestión de perspectivas, paradojas y sin sen
A la luz de la sombra tras los párpados, tenía humo y echaba alas. ¿Cuándo? No tenía
hora, era el atardecer, entreabierto, por las rendijas de la mente se cuela el nocturno
rojo.
Viene pero no regresa, será la primera y la última. Para saberlo solo hay que escuchar
el ruido, no el que hago yo, sino el que viene de dentro. Es un espacio en blanco en el
gris de la moqueta, el hueco desperdiciado por la suela del zapato, otras veces es un tic
tac de esos que hacen los grillos... ¿el zigzag de una gota de agua? Nunca escuches ese
disparate, se va por el desagüe hacia arriba.
El espanto se pone disfraces, le encanta el carnaval, a mí me horroriza, normal si le
gusta. Su favorito es colérico, con su collar de pinchos, sin mucho estilo. Aunque perdió
la careta lo sigue llevando incompleto.
Algo que no me atemorice es un tema doble difícil, aunque se puede intentar. Antes
eran las plantas o las flores, una rosa pero rubia en las violetas. Si fuera hoy le diría que
se las llevara, por los pinchos, tienen ponzoña. Al final es una trampa, como todo.
Quizás sea la nada, pero le mentiría, o la soledad pero sola, sin hielo.
¿Un pitido? Dejé puesta a la casera en la hornilla, no suena. Locura debe ser, era la que
faltaba. He acertado, es de cuerda, ya anda, ya se nos echa encima. ¡Cariño por fin!
Que mal hablado principio.
La gota sube, no tiene patas para caer. Ya no habrá más, lo tendrá todo abierto. No hay
medias tintas tan solo enteras. Dijo adiós, lo dejó por escrito y tomó el suspiro a las 3 y
4º.
A.P.R.G