que se presentaba ante sus ojos. No se oía nada salvo un dedil ulular del viento y el pequeño
y lejano agorgojeo de un pájaro solitario.
Ante la vista se mostraba una escena dantesca, llena de dolor y horror, eran los restos que
quedaban de la última gran batalla que había acontecido el día anterior. En el campo de batalla
no se veían nada más que cadáveres y trozos de metralla esparcidos por doquier, ensangrentados y
carbonizados.
Era un día de primavera y entre tanta desolación pequeñas y miles de flores crecían por todos
patria. Ante tanto silencio y horror un pequeño pajarillo entonaba su canto encima de un cañón
semidestruido. Era un bonito petirrojo que ignorante y despreocupado ante tanta barbarie, saludaba
al nuevo día con regocijo y alegría. En un momento determinado el pajarillo tomo el vuelo y el campo volvió a quedar sumido otra vez en un total silencio y una mágica y tenue luz de primavera.
Este breve y triste relato se lo dedico con todo mi cariño a mi querida amiga M.C
D.C